Monday, August 22, 2005

LOS MUROS,…LAS CALLES

Cuántas veces nos despedimos.
Me despedí de la gente pero no se me ocurrió dejarle un hasta luego a los muros y a las calles por las que anduve cuando era niño.
Son siempre iguales.
Personas que van, otras que vienen
Manitas que acarician los muros
Manos que se apoyan en ellos
Calles recorridas con doscientos pasos en un minuto
Calles recorridas en cien pasos en cinco minutos
Muros y calles hasta la modernidad decida por ellos.
Ahora que los contemplo con detenimiento y diez años más,
ahora que paseo veterano de adolescencias,
se que la realidad de los muros y de las calles siempre ha sido otra.
Cambian constantemente, de pronto más rápido de lo que suponía.
Son amargos vestigios de nostalgias los restos de carteles anunciando el concierto del mes pasado o del baile en el colegio la semana siguiente.
Son irreparables testimonios del paso del tiempo la colección de corazones con dos nombres escritos en ellos con crayol, con tinta o aerosol.
Son rayas de cautivo que lleva los años
las pasadas de pintura que el dueño pone cada diciembre.
Estos muros han caminado a mi lado;
a estas calles las he caminado.
Un día me fui y los muros caminaron con otros
y las calles fueron caminadas por otros.
No se si olvidan al igual que cambian.
Hoy con diez años más me paseo con ellos sobre a ellas
sintiendo cómo el tiempo pasa en ellos, en ellas, en mi.
Quiero estos muros,
quiero estas calles.
Nunca lo había dicho.
Mayo 1997

Rita

-Che ¿Te gusta esta música?-
-Claro, me gusta…-
-Es ésta quien canta -
Rita me entregaba la caja de un cassette. En la carátula un rostro en primer plano,
blanco y negro. Saqué el papel de adentro de la caja y lo abrí. Otras fotografías
también en blanco y negro de la mujer corriendo en dirección a la cámara. Escuchaba la canción. Fue inevitable asociar imágenes, timbre de voz, música y contenido de las canciones. El resultado fue sorprendente. Entonces y sólo para ratificar lo que suponía:
-Rita, ¿Quién compuso las canciones?
-La de la foto, flaco. Su apellido es “Rogers”
Al título de cada canción lo seguía la palabra “Rogers”. Vacío y vértigo en el cuerpo
apenas comparable al que sentí cuando escuché “-Si-” una noche de año nuevo en casa de los vecinos cuando la sobrina que estaba de vacaciones me dijo – Si- al tiempo que de manera muy natural en un segundo se ponía de pie para bailar conmigo; -Si- conmigo con quien nunca había hablado; -Si- conmigo que esas vacaciones permanecí más tiempo fuera de la casa solo para verla pasar; -Si- conmigo que las primeras dos horas del año ochenta y ocho las había vivido sólo para planear ese minúsculo acto de por primera vez invitar a bailar. Ahora, de nuevo, el vacío y el vértigo ante “Rogers” que me miraba en blanco y negro desde la caja de un cassette. Por fin reunidas las piezas justas del rompecabezas de lo que yo exactamente imaginaba como “un rostro hermoso”. Un bluejean desgastado y una camiseta blanca bastaban pera evidenciar la cadencia y la voluptuosidad
de su cuerpo en movimiento congelado para siempre por el clic del disparador. El timbre de su voz y esa manera de pronunciar palabras mezcla de carácter y sensualidad. Entre cada frase de cada canción compuesta iba descubriendo a una “Rogers” sensible, con un inmenso amor por la vida prendido sólo de aquello que es simple pero esencial. De inmediato pensé en hacerme fiel seguidor de “Rogers”, comprar sus discos y por qué no, conocerla. También de inmediato deseché esa idea. El seguidor está condenado al sino trágico del imposible, de lo platónico. Yo en cambio, la quería. La quería para encontrarla y envejecer juntos.
La música sonaba y le daba más fuerza a la maquinación. Creo que el trance se me notó demasiado pues Rita puso su mano en mi brazo, cerca de la muñeca.
-Shoy llo, flaco-
-Ah!..¿Cómo? ¿Qué dices?-
-Mirame- Entonces dirigí la mirada de “Rogers” a Rita
- Que shoy llo. La de la foto que vos tenés en las manos shoy llo. Lo que pasa, che, es que no me has cogido en los buenos tiempos-
Primero fue el pudor por sentirme descubierto. Después la tristeza y el reconocimiento de la pequeñez del ser humano ante el destino, el tiempo y su pasos por el cuerpo. De la Rita Rogers frente a mí me separaba una mesa y de la Rita Rogers entre mis manos veinticinco años. A pesar de lo absurdo que podía ser, pensé: “Si al menos tuviera hijas”. Fueron los gatos (llegó a tener cuanta y nueve), los perros (fueron dieciocho al mismo tiempo que los cuarenta y nueve gatos) y una casa enorme venida a menos en el Barrio La Candelaria del centro histórico de Bogotá, los testigos y compañeros a la llegada del blanco en la cabeza, al descenso de las carnes por cansancio y gravedad, a la lectura frente al espejo de las primeras líneas escritas por el tiempo. Desde sus ojos alcancé a ver a la Rita a quien este encuentro no era un desafortunado desfase histórico, a quien le sobraba el cuerpo. Era Rita sin tiempo, eterna…y comenzó a cantar, a seguir al reproductor de cassettes en la cocina. Era una canción ininteligible compuesta por fonemas con modulaciones particulares que no correspondían a ningún idioma y que me conmovía. Rita se puso de pie e inició la danza. La cocina se inundó con su voz
y sus movimientos eran una brisa suave, acariciaban. Yo continuaba sentado, apoyado en el mesón, con la caja del cassette aun entre las manos. Los gatos saltaban, se arqueaban y pasaban rozándolo todo, los perros aullaban y se arremolinaban entre las patas de la silla. Los muros de la cocina se desvanecieron y desde la memoria, el recuerdo y la nostalgia comenzaron a llegar las emociones. Tantos abrazos que me han crispado la piel, tantas carcajadas abiertas, tantos instantes construidos con otros, con otras historias, a veces mínimos momentos pero infaltables a la hora de definir quien soy. Pero no llegaban en fila, en serie. No. Todas, todos al unísono fueron presente. Sin tiempo ni espacio, sin palabras, sin secuencia, sin consecuencia. Simplemente ahí. …y una leve, pequeña humedad en la cuenca caía desde el cielo. Desde ese día tengo una noción de él.
Y Rita continuaba bailando, cantando…yo la observaba y la amaba.
A partir del próximo escrito dedicaré unas líneas (sin transgredir el máximo total de
las dos cuartillas) a la metafórica idea de reunir de a tres en tres a ustedes y a otros
que hacen el cielo. Procuraré en esos tres, las distancias en tiempo, en kilómetros, en
culturas, en lenguas para hacer más evidentes los sin fronteras. Quizá y a lo mejor
muchos se encuentren antes.
Santiago
Desde Grenoble, Francia el 22 de Agosto de 2004


Primero

“…Oh Captain! My captain…
Usted….¿qué piensa?”
Amaury

Profesión: Escritor. Profesión: Pintor. Profesión: Escultor. Los “or”…todos los “or”.

Cuando me llegó el momento de pensarlo, sinceramente sentí que eran todos y a la vez ninguno pero que eran lo más cercano a no sabía qué. Lo que quería “ser” no tenía nombre. Tampoco conocía a nadie quien lo fuera. Aquello no estaba registrado en el libro de orientación profesional que nos prestaron en el colegio ni en el que me compró mamá. Cuando mis papás preguntaron, uno de estos “or” fue la respuesta (tenía que dar una). Recuerdo que la expresión en sus rostros se debatía entre la decepción y la preocupación por ese “or” respuesta. Vinieron las palabras, los consejos, el “mire mijo”…la experiencia.

-Termine una carrera y después haga lo que le guste- Fue la frase concluyente. Como lo que quería ser, aunque lo sentía, no lo conocía; como mis quince años no me dieron para contra-argumentar a mis papás; el acate y el descarte me llevaron a: Profesión: Ingeniero civil. Ya son cinco años que un papel de cuarentitantos por veintitantos centímetros firmado por personas que no conozco y que no me conocen ratifican mi profesión. Si me preguntan por el diploma, tengan la certeza que no está colgado en la pared de casa ni en el sitio de trabajo muy bien enmarcado. Tampoco se lo entregué a mis papás como suele hacerse: el regalo que el buen hijo confiere a sus padres en retribución al esfuerzo; el trofeo al final de la labor cumplida, por ellos y por uno. Si alguna vez lo necesito se que mi mamá lo va a buscar con más ímpetu que yo y seguro que lo va a encontrar. En una carpeta guardo varias fotocopias –amarillas ya por cierto- gracias a que un día que necesité solo una, mi papá me obligó a sacar diez.

- ¿Usted qué hace?

Mientras se está en el colegio la respuesta es obvia: - Estudiar

Mientras se hace la carrera universitaria la respuesta parece obvia: - Estudiar.

Y digo “parece” porque mientras fui estudiante de ingeniería civil en la Universidad Industrial de Santander (UIS) en Bucaramanga, cada vez que me ponían la pregunta comenzaban a asaltarme cuestionamientos alrededor de la respuesta: ¿Sólo estudiar? ¿Y leer, dibujar, lo que escribo, la gente que quiero y lo que hacemos, y ella, y ella, y también ella, los encuentros socio-políticos, las fiestas, las cervezas con vallenato en cualquier chuzo a la entrada de la UIS, un viernes de pipi-tours, la música, los cuentos, el fútbol, San Gil, …eso no cuenta en el hacer? Me parecía tan corto y tan poco cierto aquello que la vida se centrara tanto en los salones de clase, en los trabajos en biblioteca y en la preparación de exámenes.

Cuando se termina la carrera, cuando se es profesional, la respuesta habitual es:

- Busco trabajo…

- Trabajo en…

- Trabajo con…

- Sigo estudiando…

Desde hace cinco años recibo la pregunta y desde hace cinco años encuentro – para mi caso- cada vez más inapropiadas estas cuatro respuestas al punto que desde hace ya un tiempo no las considero como tales. Y ni qué decir cuando escucho:

- ¿Y usted qué es?

-¿Usted qué hace? - Trabajar. ¿Usted qué es?- Ingeniero civil

-¿Tu qué haces? – Trabajar ¿Tu qué eres?- Ingeniero civil

-¿Qué hago? Vivo

-¿Qué soy? Vividor.

Todo este tiempo acumulado de dudas, encuentros y desencuentros me han servido para reconocer que antes de mucho y después de nada me dedico a vivir. Ese es mi oficio. Soy vividor. Como vividor ejerzo la ingeniería civil procurando ser consecuente con mi oficio de vivir y gracias a la arquitectura de tierra es que he podido encontrar esa consecuencia. Me gusta lo que hago. Vivo.

Finalmente he ido comprendiendo que los “or” de los quince años – en lo que a mi se refiere – son medios para transmitir lo que pasa por mi. Son banderitas que levanto para encontrarme con otros que también viven, señales de existencia. A beneficio mío y quizás de las artes, para la tranquilidad de algunos (entre ellos mis papás, sobre todo los de cuando yo tenía catorce años) no tengo mayor intención plástica ni literaria que la de compartir. Me libero de editores, críticos en cócteles y lagarteos editoriales. Desterradas todas las aspiraciones, ahuyento el fantasma de escribir para comer al igual que al riesgo de no tener con qué comer para escribir. Doy la espalda a la duda sobre si soy bueno en esto o no. Pateo al pánico y simplemente me dedicaré a hacerlo a costa de ustedes -mis amigos- como cuando me lavo los dientes mientras charlamos.

Cada semana, cada dos, espero arrancarles el tiempo que dura la lectura de –máximo- dos cuartillas timesnewromantamaño12. No más. Y aspiro hacerlo (esa es mi aspiración) hasta cuando se acabe la internet o hasta cuando me acabe yo. Y aspiro me acompañen (esa también es mi aspiración) hasta cuanto más puedan…hasta cuando terminen ustedes o yo.

Grenoble, 9 de Agosto 2004

Desde Grenoble el 15 de agosto 2004