Monday, August 22, 2005

Primero

“…Oh Captain! My captain…
Usted….¿qué piensa?”
Amaury

Profesión: Escritor. Profesión: Pintor. Profesión: Escultor. Los “or”…todos los “or”.

Cuando me llegó el momento de pensarlo, sinceramente sentí que eran todos y a la vez ninguno pero que eran lo más cercano a no sabía qué. Lo que quería “ser” no tenía nombre. Tampoco conocía a nadie quien lo fuera. Aquello no estaba registrado en el libro de orientación profesional que nos prestaron en el colegio ni en el que me compró mamá. Cuando mis papás preguntaron, uno de estos “or” fue la respuesta (tenía que dar una). Recuerdo que la expresión en sus rostros se debatía entre la decepción y la preocupación por ese “or” respuesta. Vinieron las palabras, los consejos, el “mire mijo”…la experiencia.

-Termine una carrera y después haga lo que le guste- Fue la frase concluyente. Como lo que quería ser, aunque lo sentía, no lo conocía; como mis quince años no me dieron para contra-argumentar a mis papás; el acate y el descarte me llevaron a: Profesión: Ingeniero civil. Ya son cinco años que un papel de cuarentitantos por veintitantos centímetros firmado por personas que no conozco y que no me conocen ratifican mi profesión. Si me preguntan por el diploma, tengan la certeza que no está colgado en la pared de casa ni en el sitio de trabajo muy bien enmarcado. Tampoco se lo entregué a mis papás como suele hacerse: el regalo que el buen hijo confiere a sus padres en retribución al esfuerzo; el trofeo al final de la labor cumplida, por ellos y por uno. Si alguna vez lo necesito se que mi mamá lo va a buscar con más ímpetu que yo y seguro que lo va a encontrar. En una carpeta guardo varias fotocopias –amarillas ya por cierto- gracias a que un día que necesité solo una, mi papá me obligó a sacar diez.

- ¿Usted qué hace?

Mientras se está en el colegio la respuesta es obvia: - Estudiar

Mientras se hace la carrera universitaria la respuesta parece obvia: - Estudiar.

Y digo “parece” porque mientras fui estudiante de ingeniería civil en la Universidad Industrial de Santander (UIS) en Bucaramanga, cada vez que me ponían la pregunta comenzaban a asaltarme cuestionamientos alrededor de la respuesta: ¿Sólo estudiar? ¿Y leer, dibujar, lo que escribo, la gente que quiero y lo que hacemos, y ella, y ella, y también ella, los encuentros socio-políticos, las fiestas, las cervezas con vallenato en cualquier chuzo a la entrada de la UIS, un viernes de pipi-tours, la música, los cuentos, el fútbol, San Gil, …eso no cuenta en el hacer? Me parecía tan corto y tan poco cierto aquello que la vida se centrara tanto en los salones de clase, en los trabajos en biblioteca y en la preparación de exámenes.

Cuando se termina la carrera, cuando se es profesional, la respuesta habitual es:

- Busco trabajo…

- Trabajo en…

- Trabajo con…

- Sigo estudiando…

Desde hace cinco años recibo la pregunta y desde hace cinco años encuentro – para mi caso- cada vez más inapropiadas estas cuatro respuestas al punto que desde hace ya un tiempo no las considero como tales. Y ni qué decir cuando escucho:

- ¿Y usted qué es?

-¿Usted qué hace? - Trabajar. ¿Usted qué es?- Ingeniero civil

-¿Tu qué haces? – Trabajar ¿Tu qué eres?- Ingeniero civil

-¿Qué hago? Vivo

-¿Qué soy? Vividor.

Todo este tiempo acumulado de dudas, encuentros y desencuentros me han servido para reconocer que antes de mucho y después de nada me dedico a vivir. Ese es mi oficio. Soy vividor. Como vividor ejerzo la ingeniería civil procurando ser consecuente con mi oficio de vivir y gracias a la arquitectura de tierra es que he podido encontrar esa consecuencia. Me gusta lo que hago. Vivo.

Finalmente he ido comprendiendo que los “or” de los quince años – en lo que a mi se refiere – son medios para transmitir lo que pasa por mi. Son banderitas que levanto para encontrarme con otros que también viven, señales de existencia. A beneficio mío y quizás de las artes, para la tranquilidad de algunos (entre ellos mis papás, sobre todo los de cuando yo tenía catorce años) no tengo mayor intención plástica ni literaria que la de compartir. Me libero de editores, críticos en cócteles y lagarteos editoriales. Desterradas todas las aspiraciones, ahuyento el fantasma de escribir para comer al igual que al riesgo de no tener con qué comer para escribir. Doy la espalda a la duda sobre si soy bueno en esto o no. Pateo al pánico y simplemente me dedicaré a hacerlo a costa de ustedes -mis amigos- como cuando me lavo los dientes mientras charlamos.

Cada semana, cada dos, espero arrancarles el tiempo que dura la lectura de –máximo- dos cuartillas timesnewromantamaño12. No más. Y aspiro hacerlo (esa es mi aspiración) hasta cuando se acabe la internet o hasta cuando me acabe yo. Y aspiro me acompañen (esa también es mi aspiración) hasta cuanto más puedan…hasta cuando terminen ustedes o yo.

Grenoble, 9 de Agosto 2004

Desde Grenoble el 15 de agosto 2004

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