NAUSEA Y LLUVIA
La carretera de asfalto es un lengua larga
que cae del cielo gris que nauseabundo empieza a vomitar:
Vomitar nostalgias, pelotas de fútbol, programas de televisión, películas de cine, helados, comidas callejeras, merengues, huevos fritos, café con leche y pan con flores.
Las nubes lloran, lagrimean, mean
tardes de sol en piscina, una cita, dos citas, cuatro tragos de vodka, tu saliva y mi saliva que se buscan en un beso silencioso, roto.
Lloran, lagrimean, mean
fósforos encendidos, corazones incendiados,
sueños aprendidos y aprehendidos,
prendidos, agarrados de la cola de un cometa,
arrastrados por el vuelo de una mariposa,
amarrados al collar de tu perro,
a un pasador de tu pantalón o a uno de tus tobillos.
lloran, lagrimean, mean
y las gotas descarriadas serpentean en el panorámico del carro.
El frío se sienta a mi lado.
Cierro los vidrios pero él se queda adentro.
Enciendo la radio:
Música de los setenta me repite que no estás.
No lo soporto; al frío.
Escapo de él, me bajo del carro.
Diez metros bajo la lluvia son suficientes para que deje de importarme el frío.
Entro a un almacén,
tomo el teléfono,
marco tu número,
escucho tu voz,
arrojo la moneda.
Definitivamente el frío ya no importa.
Y la carretera sigue siendo una lengua larga
que se escurre del cielo gris
mientras tanto
las nubes continúan llorando, lagrimeando, meando
tu nombre a l tiempo que vomitan te quieros.
Julio 1996
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